EL verdadero simbolismo de la navidad
Sáb Dic 13, 2008 10:40 pm
Sobre el simbolismo de la Navidad... es claro que éste es un evento maravilloso, sobre el cual urge meditar profundamente.
El Sol, cada año, realiza un viaje elíptico que comienza desde el 25 de diciembre en adelante. Luego regresa otra vez hacia el Polo Sur, hacia la zona donde está la Antártida. Por eso, precisamente, vale que reflexionemos en su honda significación.
Por estos tiempos comienza el frío, aquí en el Norte, debido precisamente a que el Sol se está alejando hacia las regiones australes, y el 24 de diciembre el Sol habrá llegado al máximum, en su viaje hacia el Sur. Si no fuera porque el Sol avanza hacia el Norte, desde el 25 de diciembre en adelante, moriríamos de frío, la Tierra entera se convertiría en una mole de hielo y perecería, realmente, toda criatura, todo aquello que tenga vida. Así, pues, bien vale la pena que reflexionemos en el acontecimiento de la Navidad...
El Cristo-Sol debe avanzar para darnos su vida, y en el equinoccio de la primavera se crucifica en la Tierra; entonces madura la uva y el trigo. Y es precisamente en la primavera cuando debe el Señor pasar por su vida, pasión y muerte, para luego resucitar (la Semana Santa es en primavera).
El Sol físico no es más que un símbolo del Sol espiritual, del Cristo-Sol. Cuando los antiguos adoraban al Sol, cuando le rendían culto, no se referían propiamente al Sol físico. No, se le rendía culto al Sol espiritual, al Sol de la medianoche, al Cristo-Sol.
Incuestionablemente, es el Cristo-Sol quien debe guiarnos en los mundos superiores de conciencia cósmica. Todo místico que aprende a funcionar fuera del cuerpo físico a voluntad es guiado por el Sol de la medianoche, por el Cristo Cósmico.
Es necesario aprender a conocer los movimientos simbólicos del Sol de la medianoche. Él es quien guía siempre al iniciado, él es quien nos orienta, él es quien nos indica lo que debemos y no debemos hacer. En el sentido esotérico más profundo, teniendo en cuenta que todo iniciado sabe salir del cuerpo físico a voluntad.
Desde que uno está en la Senda tiene que guiarse por el Sol de la medianoche, por el Cristo-Sol, aprender a conocer sus señales, sus movimientos. Si uno lo ve, por ejemplo, hundirse allá en el ocaso, ¿qué nos está indicando?. Sencillamente, que algo debe morir en nosotros. Si uno lo ve surgir por el oriente, ¿qué nos dice eso?. Que algo debe nacer en nosotros...Cuando salimos bien en las pruebas esotéricas, él brilla en toda su plenitud (en el horizonte). El Señor nos orienta en los mundos superiores, y uno tiene que aprender, pues, a conocer sus señales.
Dubuy, y muchos otros, han estudiado el maravilloso acontecimiento de la Navidad. No hay duda (y eso lo reconoce Dubuy) de que todas las religiones de la antigüedad celebraron la Navidad... Así como el Sol físico avanza hacia el Norte, para dar vida a toda la creación, así también el Sol de la medianoche, el Sol del espíritu, el Cristo-Sol, nos da vida si nosotros aprendemos a cumplir con sus mandamientos.
En las sagradas escrituras, obviamente, se habla del acontecimiento solar (y hay que saberlo entender entre líneas). Cada año se vive, en el macrocosmos, todo el drama cósmico del Cristo-Sol (cada año, repito). Téngase en cuenta que el Cristo-Sol debe crucificarse cada año en el mundo, vivir todo su drama de la vida, pasión y muerte, para luego resucitar en todo lo que es, ha sido y será, es decir, en todo lo creado. Así es como todos recibimos la vida del Cristo-Sol. También es cierto que cada año el Sol, al alejarse por las regiones australes, nos deja aquí en el Norte tristes, pues él va a dar la vida a otras partes. Las noches largas del invierno son fuertes; en tiempo de Navidad, los días son cortos y las noches largas.
Conviene que entendamos lo que es, ciertamente, el drama cósmico. Se hace necesario que en nosotros también nazca el Cristo-Sol (él debe nacer en nosotros).
En las sagradas escrituras se habla claramente de "Belén" y de un "establo" donde él nace. Ese "establo" de "Belén" está dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. Precisamente, en ese "establo interior" moran los animales del deseo, todos esos "Yoes" pasionarios que cargamos en nuestra psiquis; eso es obvio. Belén mismo, es un nombre esotérico.
En tiempos en que el Gran Kabir Jesús vino al mundo, la aldea de Belén no existía.
De manera que eso es completamente simbólico. Bel es una raíz caldea que significa "Torre del Fuego". De manera que, propiamente dicho, "Belén" es "Torre de Fuego". ¿Quién podría ignorar que BEL es un término caldeo que corresponde, precisamente, a la Torre de Bel, la Torre del Fuego?. Así, pues, Belén es simbólico completamente.
Cuando el Iniciado trabaja con el Fuego Sagrado, cuando el Iniciado elimina de su naturaleza íntima los "agregados psíquicos", cuando en verdad está realizando la Gran Obra, indubitablemente ha de pasar por la Iniciación Venusta.
El descenso del Cristo al corazón del hombre, es un acontecimiento cósmico-humano de gran trascendencia. Tal evento corresponde, en verdad, a la iniciación venusta.
Muchos suponen que el Cristo, exclusivamente, fue Jesús de Nazareth, y están equivocados. Jesús de Nazareth como hombre, o mejor dijéramos, Jeshuá Ben Pandirá como hombre, recibió la iniciación venusta, lo encarnó; mas no es el único que haya recibido tal Iniciación.
Hermes Trismegisto el tres veces grande Dios Ibis de Thot, también lo encarnó. Juan el Bautista, a quien muchos consideraban como el Christus, el Ungido, incuestionablemente recibió la Iniciación Venusta, lo encarnó.
Los gnósticos bautistas aseguraban, en la Tierra Santa, que el verdadero Mesías era Juan y que Jesús era tan sólo un Iniciado que había querido seguir a Juan.
Así pues que, debemos entender al Cristo como es: no como una persona, no como un sujeto. El Cristo está más allá de la personalidad, del "Yo" y de la individualidad; el Cristo, en esoterismo auténtico, es el Logos, el Logos Solar, representado por el Sol. Ahora comprenderemos por que los incas adoraban al Sol, los nahuas le rendían culto al Sol, los mayas lo mismo, los egipcios idénticamente, etc.
No se trata de la adoración a un Sol físico, no, sino a lo que oculta tras ese símbolo físico. Obviamente, se adoraba al Logos Solar, al Segundo Logos. Ese Logos Solar es unidad múltiple perfecta (la variedad es unidad).
En el mundo del Cristo Cósmico, la individualidad separada no existe; en el Señor, todos somos Uno.
Me viene a la memoria, en estos momentos, cierto experimento (dijéramos) esotérico, realizado hace ya muchos años. Entonces, sumergido en profunda meditación, logré ciertamente el shamadí, el estado de manteya, o éxtasis, como se le denomina en el esoterismo occidental. Deseaba yo, por aquella época, saber algo sobre el bautismo de Jesús el Cristo (que bien sabemos que Juan lo bautizó). Fue profundo el estado de abstracción, logré el perfecto dhárana (o sea, concentración), el dhiana (la meditación), y al fin conseguí el shamadí (yo me atrevería a decir que fue un mahashamadí, porque abandoné perfectamente los cuerpos físico, astral, mental, causal, búddhico, y hasta el átmico). Conseguí, pues, retrotraer mi conciencia, en forma íntegra, hacia el Logos. Así, pues, en ese estado logoico, como un "Dragón de Sabiduría", hice la correspondiente investigación. De inmediato me vi en la Tierra Santa, dentro de un templo; pero, cosa extraordinaria: me vi, a mí mismo, convertido en Juan el Bautista, con una vestidura sagrada. Vi cuando a Jesús lo traían con su vestidura blanca, su túnica blanca. Dirigiéndome a él, le dije: "Jesús, desvístete de tu túnica, de tu vestidura, porque voy a bautizarte...". Después saqué, de un recipiente, un poco de aceite (de ese de olivo), le conduje al interior del santuario, lo ungí con aceite, le eché agua, recité los mantrams o ritos. Posteriormente, ya el Maestro se sentó en su silla, aparte. Yo guardé todo nuevamente, lo puse en su lugar, y di por terminada la ceremonia...
Pero yo me vi, a mí mismo, convertido en Juan. Claro, una vez pasado el éxtasis, o shamadí, me dije: "¿Pero cómo va a ser posible que yo sea Juan el Bautista?. ¡Ni remotamente, yo no soy Juan el Bautista!". Quedé bastante perplejo, y dije: "Voy a hacer, ahora, otra concentración pero ahora no me voy a concentrar en Juan, voy a concentrarme en Jesús de Nazareth".
Entonces escogí, como motivo de concentración, al gran Maestro Jesús. El trabajo fue largo y dispendioso, la concentración se fue haciendo cada vez más profunda. Pronto pasé del dhárana (concentración) al dyani (meditación); del dyani pasé, posteriormente, al shamadí, o sea al éxtasis. Hubo un esfuerzo supremo, que permitió desvestirme de los cuerpos físico, astral, mental, causal, búddhico y átmico, hasta retrotraer mi conciencia, absorberla en el mundo del Logos Solar.
Y en tal estado, queriendo saber sobre el Cristo-Jesús, me vi a mí mismo convertido en Cristo-Jesús, haciendo milagros y maravillas en la Tierra Santa, curando enfermos, dando la vista a los ciegos, etc., y por último me vi vestido con la vestidura sagrada, llegando ante Juan, en aquel Templo. Entonces Juan se dirigió hacia mí, y me dice: "Jesús, quítate tu vestidura, porque voy a bautizarte...". Se cambiaron los papeles: ya no me vi en Juan, sino en Jesús, y recibí el bautismo de Juan, tal como lo he dicho. Pasado el shamadí, regresado al cuerpo físico, vine perfectamente a evidenciar, con toda claridad, que en el mundo del Cristo Cósmico todos somos Uno.
Si hubiera querido meditar en cualquiera de ustedes, allá en el mundo del Logos me hubiera visto convertido en cualquiera de ustedes, viviendo la vida de ustedes. Y es que allí no hay individualidad, no hay personalidad ni "Yo". Allí, todos somos Uno; en el mundo del Logos, no existe la individualidad separada. El Logos es unidad múltiple perfecta, es una energía que bulle y palpita en todo lo creado, que subyace en el fondo de todo átomo, de todo electrón, de todo protón, y se expresa vivamente a través de cualquier hombre que está debidamente preparado.
Bien, he hecho esta aclaración síntesis con el objeto de especificar mejor el acontecimiento de Belem. Cuando un hombre está debidamente preparado, pasa por la Iniciación Venusta, y en la iniciación venusta consigue la encarnación del Cristo Cósmico, en sí mismo, dentro de su propia naturaleza. Inútilmente habría nacido Jesús en Belén, sino naciera en nuestro corazón también. Inútilmente habría muerto y resucitado en la Tierra Santa, si no muere y resucita en nosotros también.
Esa es la naturaleza del salvator-salvandus. El Cristo íntimo debe salvarnos, pero salvarnos desde adentro a todos nosotros. Quienes aguardan la venida de Jesús de Nazareth para un remoto futuro, están equivocados. El Cristo debe venir ahora, desde adentro; la segunda venida del Señor es desde adentro, desde el fondo mismo de la conciencia. Por eso está escrito lo que él dijo: "Si oyeres a alguien diciendo que en la plaza pública está el Cristo, no creáis. Y si os dijeran: está allí en el templo, predicando, no creáis...". Es que el Señor no vendrá esta vez desde afuera, sino desde adentro; vendrá desde el fondo mismo de nuestro corazón, si nosotros nos preparamos.
Pablo lo aclara, diciendo: "De su virtud tomamos todos gracia por gracia"; entonces, hay documentación. Si uno se estudia cuidadosamente a Pablo de Tarso, veremos que rara vez alude (él) al Cristo histórico. Cada vez que Pablo de Tarso habla sobre Jesucristo, se refiere al Jesucristo Interior, al Jesucristo Íntimo, que debe surgir en el fondo de nuestro espíritu, de nuestra alma.
En tanto un hombre no lo haya encarnado, no puede decirse que posee la vida eterna. Sólo él puede, verdaderamente, darnos vida, y dárnosla en abundancia. Así, pues, debemos ser menos dogmáticos y aprender a pensar en el Cristo Íntimo... ¡Eso es grandioso!
Samael Aun Weor
El Sol, cada año, realiza un viaje elíptico que comienza desde el 25 de diciembre en adelante. Luego regresa otra vez hacia el Polo Sur, hacia la zona donde está la Antártida. Por eso, precisamente, vale que reflexionemos en su honda significación.
Por estos tiempos comienza el frío, aquí en el Norte, debido precisamente a que el Sol se está alejando hacia las regiones australes, y el 24 de diciembre el Sol habrá llegado al máximum, en su viaje hacia el Sur. Si no fuera porque el Sol avanza hacia el Norte, desde el 25 de diciembre en adelante, moriríamos de frío, la Tierra entera se convertiría en una mole de hielo y perecería, realmente, toda criatura, todo aquello que tenga vida. Así, pues, bien vale la pena que reflexionemos en el acontecimiento de la Navidad...
El Cristo-Sol debe avanzar para darnos su vida, y en el equinoccio de la primavera se crucifica en la Tierra; entonces madura la uva y el trigo. Y es precisamente en la primavera cuando debe el Señor pasar por su vida, pasión y muerte, para luego resucitar (la Semana Santa es en primavera).
El Sol físico no es más que un símbolo del Sol espiritual, del Cristo-Sol. Cuando los antiguos adoraban al Sol, cuando le rendían culto, no se referían propiamente al Sol físico. No, se le rendía culto al Sol espiritual, al Sol de la medianoche, al Cristo-Sol.
Incuestionablemente, es el Cristo-Sol quien debe guiarnos en los mundos superiores de conciencia cósmica. Todo místico que aprende a funcionar fuera del cuerpo físico a voluntad es guiado por el Sol de la medianoche, por el Cristo Cósmico.
Es necesario aprender a conocer los movimientos simbólicos del Sol de la medianoche. Él es quien guía siempre al iniciado, él es quien nos orienta, él es quien nos indica lo que debemos y no debemos hacer. En el sentido esotérico más profundo, teniendo en cuenta que todo iniciado sabe salir del cuerpo físico a voluntad.
Desde que uno está en la Senda tiene que guiarse por el Sol de la medianoche, por el Cristo-Sol, aprender a conocer sus señales, sus movimientos. Si uno lo ve, por ejemplo, hundirse allá en el ocaso, ¿qué nos está indicando?. Sencillamente, que algo debe morir en nosotros. Si uno lo ve surgir por el oriente, ¿qué nos dice eso?. Que algo debe nacer en nosotros...Cuando salimos bien en las pruebas esotéricas, él brilla en toda su plenitud (en el horizonte). El Señor nos orienta en los mundos superiores, y uno tiene que aprender, pues, a conocer sus señales.
Dubuy, y muchos otros, han estudiado el maravilloso acontecimiento de la Navidad. No hay duda (y eso lo reconoce Dubuy) de que todas las religiones de la antigüedad celebraron la Navidad... Así como el Sol físico avanza hacia el Norte, para dar vida a toda la creación, así también el Sol de la medianoche, el Sol del espíritu, el Cristo-Sol, nos da vida si nosotros aprendemos a cumplir con sus mandamientos.
En las sagradas escrituras, obviamente, se habla del acontecimiento solar (y hay que saberlo entender entre líneas). Cada año se vive, en el macrocosmos, todo el drama cósmico del Cristo-Sol (cada año, repito). Téngase en cuenta que el Cristo-Sol debe crucificarse cada año en el mundo, vivir todo su drama de la vida, pasión y muerte, para luego resucitar en todo lo que es, ha sido y será, es decir, en todo lo creado. Así es como todos recibimos la vida del Cristo-Sol. También es cierto que cada año el Sol, al alejarse por las regiones australes, nos deja aquí en el Norte tristes, pues él va a dar la vida a otras partes. Las noches largas del invierno son fuertes; en tiempo de Navidad, los días son cortos y las noches largas.
Conviene que entendamos lo que es, ciertamente, el drama cósmico. Se hace necesario que en nosotros también nazca el Cristo-Sol (él debe nacer en nosotros).
En las sagradas escrituras se habla claramente de "Belén" y de un "establo" donde él nace. Ese "establo" de "Belén" está dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. Precisamente, en ese "establo interior" moran los animales del deseo, todos esos "Yoes" pasionarios que cargamos en nuestra psiquis; eso es obvio. Belén mismo, es un nombre esotérico.
En tiempos en que el Gran Kabir Jesús vino al mundo, la aldea de Belén no existía.
De manera que eso es completamente simbólico. Bel es una raíz caldea que significa "Torre del Fuego". De manera que, propiamente dicho, "Belén" es "Torre de Fuego". ¿Quién podría ignorar que BEL es un término caldeo que corresponde, precisamente, a la Torre de Bel, la Torre del Fuego?. Así, pues, Belén es simbólico completamente.
Cuando el Iniciado trabaja con el Fuego Sagrado, cuando el Iniciado elimina de su naturaleza íntima los "agregados psíquicos", cuando en verdad está realizando la Gran Obra, indubitablemente ha de pasar por la Iniciación Venusta.
El descenso del Cristo al corazón del hombre, es un acontecimiento cósmico-humano de gran trascendencia. Tal evento corresponde, en verdad, a la iniciación venusta.
Muchos suponen que el Cristo, exclusivamente, fue Jesús de Nazareth, y están equivocados. Jesús de Nazareth como hombre, o mejor dijéramos, Jeshuá Ben Pandirá como hombre, recibió la iniciación venusta, lo encarnó; mas no es el único que haya recibido tal Iniciación.
Hermes Trismegisto el tres veces grande Dios Ibis de Thot, también lo encarnó. Juan el Bautista, a quien muchos consideraban como el Christus, el Ungido, incuestionablemente recibió la Iniciación Venusta, lo encarnó.
Los gnósticos bautistas aseguraban, en la Tierra Santa, que el verdadero Mesías era Juan y que Jesús era tan sólo un Iniciado que había querido seguir a Juan.
Así pues que, debemos entender al Cristo como es: no como una persona, no como un sujeto. El Cristo está más allá de la personalidad, del "Yo" y de la individualidad; el Cristo, en esoterismo auténtico, es el Logos, el Logos Solar, representado por el Sol. Ahora comprenderemos por que los incas adoraban al Sol, los nahuas le rendían culto al Sol, los mayas lo mismo, los egipcios idénticamente, etc.
No se trata de la adoración a un Sol físico, no, sino a lo que oculta tras ese símbolo físico. Obviamente, se adoraba al Logos Solar, al Segundo Logos. Ese Logos Solar es unidad múltiple perfecta (la variedad es unidad).
En el mundo del Cristo Cósmico, la individualidad separada no existe; en el Señor, todos somos Uno.
Me viene a la memoria, en estos momentos, cierto experimento (dijéramos) esotérico, realizado hace ya muchos años. Entonces, sumergido en profunda meditación, logré ciertamente el shamadí, el estado de manteya, o éxtasis, como se le denomina en el esoterismo occidental. Deseaba yo, por aquella época, saber algo sobre el bautismo de Jesús el Cristo (que bien sabemos que Juan lo bautizó). Fue profundo el estado de abstracción, logré el perfecto dhárana (o sea, concentración), el dhiana (la meditación), y al fin conseguí el shamadí (yo me atrevería a decir que fue un mahashamadí, porque abandoné perfectamente los cuerpos físico, astral, mental, causal, búddhico, y hasta el átmico). Conseguí, pues, retrotraer mi conciencia, en forma íntegra, hacia el Logos. Así, pues, en ese estado logoico, como un "Dragón de Sabiduría", hice la correspondiente investigación. De inmediato me vi en la Tierra Santa, dentro de un templo; pero, cosa extraordinaria: me vi, a mí mismo, convertido en Juan el Bautista, con una vestidura sagrada. Vi cuando a Jesús lo traían con su vestidura blanca, su túnica blanca. Dirigiéndome a él, le dije: "Jesús, desvístete de tu túnica, de tu vestidura, porque voy a bautizarte...". Después saqué, de un recipiente, un poco de aceite (de ese de olivo), le conduje al interior del santuario, lo ungí con aceite, le eché agua, recité los mantrams o ritos. Posteriormente, ya el Maestro se sentó en su silla, aparte. Yo guardé todo nuevamente, lo puse en su lugar, y di por terminada la ceremonia...
Pero yo me vi, a mí mismo, convertido en Juan. Claro, una vez pasado el éxtasis, o shamadí, me dije: "¿Pero cómo va a ser posible que yo sea Juan el Bautista?. ¡Ni remotamente, yo no soy Juan el Bautista!". Quedé bastante perplejo, y dije: "Voy a hacer, ahora, otra concentración pero ahora no me voy a concentrar en Juan, voy a concentrarme en Jesús de Nazareth".
Entonces escogí, como motivo de concentración, al gran Maestro Jesús. El trabajo fue largo y dispendioso, la concentración se fue haciendo cada vez más profunda. Pronto pasé del dhárana (concentración) al dyani (meditación); del dyani pasé, posteriormente, al shamadí, o sea al éxtasis. Hubo un esfuerzo supremo, que permitió desvestirme de los cuerpos físico, astral, mental, causal, búddhico y átmico, hasta retrotraer mi conciencia, absorberla en el mundo del Logos Solar.
Y en tal estado, queriendo saber sobre el Cristo-Jesús, me vi a mí mismo convertido en Cristo-Jesús, haciendo milagros y maravillas en la Tierra Santa, curando enfermos, dando la vista a los ciegos, etc., y por último me vi vestido con la vestidura sagrada, llegando ante Juan, en aquel Templo. Entonces Juan se dirigió hacia mí, y me dice: "Jesús, quítate tu vestidura, porque voy a bautizarte...". Se cambiaron los papeles: ya no me vi en Juan, sino en Jesús, y recibí el bautismo de Juan, tal como lo he dicho. Pasado el shamadí, regresado al cuerpo físico, vine perfectamente a evidenciar, con toda claridad, que en el mundo del Cristo Cósmico todos somos Uno.
Si hubiera querido meditar en cualquiera de ustedes, allá en el mundo del Logos me hubiera visto convertido en cualquiera de ustedes, viviendo la vida de ustedes. Y es que allí no hay individualidad, no hay personalidad ni "Yo". Allí, todos somos Uno; en el mundo del Logos, no existe la individualidad separada. El Logos es unidad múltiple perfecta, es una energía que bulle y palpita en todo lo creado, que subyace en el fondo de todo átomo, de todo electrón, de todo protón, y se expresa vivamente a través de cualquier hombre que está debidamente preparado.
Bien, he hecho esta aclaración síntesis con el objeto de especificar mejor el acontecimiento de Belem. Cuando un hombre está debidamente preparado, pasa por la Iniciación Venusta, y en la iniciación venusta consigue la encarnación del Cristo Cósmico, en sí mismo, dentro de su propia naturaleza. Inútilmente habría nacido Jesús en Belén, sino naciera en nuestro corazón también. Inútilmente habría muerto y resucitado en la Tierra Santa, si no muere y resucita en nosotros también.
Esa es la naturaleza del salvator-salvandus. El Cristo íntimo debe salvarnos, pero salvarnos desde adentro a todos nosotros. Quienes aguardan la venida de Jesús de Nazareth para un remoto futuro, están equivocados. El Cristo debe venir ahora, desde adentro; la segunda venida del Señor es desde adentro, desde el fondo mismo de la conciencia. Por eso está escrito lo que él dijo: "Si oyeres a alguien diciendo que en la plaza pública está el Cristo, no creáis. Y si os dijeran: está allí en el templo, predicando, no creáis...". Es que el Señor no vendrá esta vez desde afuera, sino desde adentro; vendrá desde el fondo mismo de nuestro corazón, si nosotros nos preparamos.
Pablo lo aclara, diciendo: "De su virtud tomamos todos gracia por gracia"; entonces, hay documentación. Si uno se estudia cuidadosamente a Pablo de Tarso, veremos que rara vez alude (él) al Cristo histórico. Cada vez que Pablo de Tarso habla sobre Jesucristo, se refiere al Jesucristo Interior, al Jesucristo Íntimo, que debe surgir en el fondo de nuestro espíritu, de nuestra alma.
En tanto un hombre no lo haya encarnado, no puede decirse que posee la vida eterna. Sólo él puede, verdaderamente, darnos vida, y dárnosla en abundancia. Así, pues, debemos ser menos dogmáticos y aprender a pensar en el Cristo Íntimo... ¡Eso es grandioso!
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